26 de abril de 2015

The drop... again

Hace dos días, me senté en el piso de un parque en el centro de la ciudad. Estaba soleado, como de costumbre, y por el parque transitaban personas de todas las edades; adultos, mayores, niños. Era un fin de semana, no era para menos.

A veces no sé cómo explicar las cosas que hago, ni por qué las hago, tan sólo me siento con el impulso de hacerlas,

porque no encuentro otra manera de encajar en el mundo...

Me sentía triste y enfadada, muy enfadada aquel día. Incluso ahora, cuando intento escribir, se me antojan unas ganas inmensas de echarme a llorar. Pensé que esos días habían quedado atrás..

Solía tener días en los que me deprimía sin razón alguna; desde que puedo recordar, los he tenido, en diferentes etapas de mi vida. En mi niñez, cuando ni siquiera la palabra "bullying" era conocida, pero los niños me ofendían; en la adolescencia, cuando todo era un caos en mi mente, y las personas se fueron alejando de mí una por una; y en la adultez, viviendo de miedos por culpa de mis fantasmas y demonios. La peor parte de todas..

Hace dos días, me senté en el piso de un parque en el centro de la ciudad, y alimenté a las palomas.

Había una en especial, no podía caminar bien porque sus patitas estaban infectadas, ¡pero sí qué volaba! Era pequeña aún, e intentaba alimentarla más que a las demás, pero el resto le robaba su comida. Me empecé a sentir más triste por no ser capaz de ayudarla... aún así, ella parecía estar bien.

Tenía que hacer otras cosas, pero no me importó pasar gran parte ahí sentada. Observando y siendo observada. ¡Y vi una ardilla!

Aprecié ese momento luego de irme, por más simple que parezca.

Estaba sola, sí.

Estaba triste, sí.

Hubiese querido coger y ayudar a esa paloma, pero ella estaba bien sin mí, o eso parecía. Espero que sí, en realidad.

Y deseé que ella estuviese ahí conmigo, porque sé que se hubiese preocupado por esa pequeña al igual que yo.

Sé que volverán los días en que sienta que debo empezar a tomar pastillas antidepresivas, y no me importan en realidad. Cuando lloro, lloro mucho, y se siente bien. Pero la peor parte de todas es no llorar, porque no sabes qué tienes ni cómo desahogarte. Estas vacío, como si tan sólo flotaras en medio de todo el mundo. Te encuentras en la tierra, pero no estás realmente en ella. Y esa es una de las peores etapas.

Escucho volver las voces en mi mente, los demonios que me hablan, y mi estabilidad emocional a pique, porque soy una persona inestable.

Escribir me hace bien, y ella. Pero cuando esos días regresen... no será suficiente.

Sé que tú leerás esto, y está bien. A ti te he confiado mucho, pero mi inestabilidad no ha formado parte de eso. Porque no es algo de lo que aun pueda hablar abiertamente. 

No sé cuántos más lleguen a leer esto, y no me gusta. Porque muestro mucho de mí, pero no tengo donde más hacerlo...

Sin embargo, seguiré apreciando los momentos simples mientras pueda.

Como verla a los ojos y alimentar palomas; que se enoje conmigo, y luego decirle que la amo.